Javier Martín presenta hoy a las 20.00 horas en el Club DIARIO
de MALLORCA su primera novela, ´Morir en agosto´
LOURDES DURÁN. PALMA.
Recién llegado de Almaty, antigua capital de Kazajastán, donde
trabaja como canciller de la embajada española, el escritor Javier
Martín se apresta para vivir estos días un rosario de citas que le
harán reencontrarse con Morir en agosto, su primera novela. Hoy, a
las 20.00 horas, inicia la gira en el Club DIARIO de MALLORCA,
presentado por Miquel Àngel Lladó.
El homenaje a la literatura a través de una serie de escritores que
le han marcado es evidente en sus páginas. El lector perspicaz verá
más allá. "Me interesa mucho el cuestionamiento literario, algo que
va a pasar con la literatura y que tiene que ver con la realidad, el
delimitar la verdad de los hechos, de la experiencia. Hechos
distintos en diferentes personajes. Me interesa vital y
literariamente. En la novela se plantea constantemente la inutilidad
de la escritura, pero no se dan respuestas", comenta Martín. En su
caso, él escribe "porque creo que sé hacerlo y por eso tengo que
hacerlo. Es razón simple. Tengo cosas que decir. Si luego publico es
lógico, porque uno no escribe para sí mismo, sino para compartir".
Aún va más allá. Martín es de los que creen que "escribir es una
manera de pensar". Argumenta que "no escribo tanto lo pensado, sino
que en el acto de escribir, el pensamiento se va acoplando a la
escritura en tanto que ésta se manifiesta como un medio de
revelación".
En su novela hay una evidente mención a escritores, un "homenaje" a
la literatura. Autores como Enrique Vila-Matas, Roberto Bolaño o
Julio Cortázar, entre muchos otros, surgen con voz propia, no tanto
como personajes, sino como interlocutores de un narrador que va
desapareciendo. "No están elegidos al azar, sino que son los
escritores que me interesan. Leo sus obras y pienso ¡ojalá hubiera
escrito yo eso!".
El catalán Vila-Matas llega a asemejar la estructura de Morir en
agosto -dividida en tres capítulos- a la de Los detectives salvajes
de Bolaño. Comenta que "está amparada". Martín asiente. "Sí tiene
mucho que ver. El recurso de hablar en primera persona y luego el
que los personajes suplanten al autor".
Persiste "la duda necesaria" de si escribir es o no un acto inútil.
De nuevo los Bartlebys de Vila-Matas. "la respuesta concierne a cada
uno. No está cerrada", comenta Martín.
"Manejado" por los personajes "totalmente", el autor fue cambiando
la estructura a medida que discurría la novela: "La novela empezó
siendo así, una suplantación absoluta del autor por los personajes,
sólo que al final pensé que no podía acabar así sino que debía
evitar que quedase tan desvanecido. Opté, entonces, por buscar una
penitencia que me permitiera explicar al lector lo que había detrás.
Que saliera a la luz el narrador detrás de las máscaras. Desnudé la
novela, mostré sus mecanismos internos".
Aunque no se desvela el final de Morir en agosto, una narración que
surge del mismo planteamiento para todos los personajes, Martín
explica que al final "hay un salto mortal. No se sabe quién ha
escrito la novela. He girado la tuerca hasta el límite". Premiado
por una recopilación de relatos, Paraguay no tiene mar, y con una
novela anterior a ésta, Sociedad Anónima Shakespeare que
"probablemente no publicaré", Martín asegura que "cuando empieza una
novela no para, no le doy vueltas al tema cuando ya he decidido
ponerme a escribir".
A su juicio, "lo más complejo al escribir es lograr mantener la
coherencia y atención del lector. Mantenerte coherente y tener claro
tus propósitos es complejo. Hay cambios que se resuelven al final".
Martín es de los que corrigen "constantemente". Lleva un año en
Kazajastán: "Cuando vuelvo a España tras estar en medio de casi
nada, se agudiza mi sentido crítico, no sólo frente a España, sino a
Europa en general. El nivel de bienestar alcanzado es excesivo. Es
patológico e insano. No estoy contra el bienestar pero que sea tan
planificado mutila la creatividad. El bienestar si se convierte en
modelo necesario hace que se pierda algo".
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