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ARTÍCULO DE MATÍAS NÉSPOLO SOBRE LA PRESENTACIÓN DE DOS LIBROS DE LÁZARO COVADLO EL SÁBADO 11 DE OCTUBRE EN EL MARCO DEL FESTIVAL DE CINE FANTÁSTICO DE SITGES.

A continuación se transcribe el texto para una mejor lectura.

LA TAREA DEL ESCARABAJO
Da igual si se enmarca dentro del realismo, el género fantástico, el absurdo o el disparate. La buena literatura siempre se alimenta del mismo dudoso plato que le ofrece la sociedad. De ahí que el escritor pase por gemelo de Gregor Samsa. La huella y la herencia 'kafkiana' se deja notar en la obra de Lázaro Covadlo, un autor de culto altamente inclasificable.

MATÍAS NÉSPOLO
Con una suerte de astuta captatio benevolentie Lázaro Covadlo siempre toma la palabra pidiendo disculpas por su escasa destreza en el registro oral con una fórmula al uso más o menos repetida. Algo así como: lo siento, pero hablar se me da muy mal. Lo cierto es que al igual que su obra escrita atesora maravillas inesperadas a la vuelta de cualquier página, de viva voz también prodiga a mansalva entre ocasionales titubeos, extrañas anécdotas o descabelladas digresiones de simulada inocencia.

Aunque reiterada, la escena nunca deja de asombrarme, porque la perla que deja caer de pasada, como ocurre en esos sorpresivos pasajes de su prosa, siempre es nueva y reveladora. Hace unos días que recogí la última, pero en ella sigo prisionero y me temo que me acompañará mucho tiempo.

Junto al escritor David Monteagudo tuve el honor de presentar, en el marco de Cinema Fantàstic de Catalunya de Sitges, dos obras de Covadlo: su última recopilación de relatos entre inéditos y recuperados en Galaxia Gutenberg Nadie desaparece del todo y la novela Las salvajes muchachas del partido en Candaya, que en rigor ya lleva varios años en librerías, pero de la que amerita seguir hablando, no sólo porque pasó casi desapercibida en su momento, sino porque sigue creciendo con el paso del tiempo, camino de convertirse en uno de esos primeros clásicos del siglo XXI, como decía Jorge Herralde a propósito de la obra póstuma de Bolaño 2666.

Brillante e incluso incisivo en la difícil tarea de enjabonar a un autor, cosa a la que en la práctica se reduce toda presentación literaria, Monteagudo aprovechó la indudable huella o herencia kafkiana en la obra de Covadlo para preguntar al escritor si acaso no se sentía como una especie de Gregor Samsa, sospecho que a raíz de su condición de raro, de culto o, llegado el caso, inclasificable, que en cierto modo lo sitúa en una posición excéntrica, si nos atenemos a las coordenadas de lo que suele identificarse como mainstream de la narrativa.

La respuesta de Covadlo aún me sigue dando vueltas en la cabeza, porque no sólo aceptó de buena gana la comparación, sino que incluso fue más allá definiendo el quehacer literario sobre el modelo de Gregor Samsa o sus pequeños parientes en la vida real "Los escritores somos como escarabajos coprófagos, para escribir nos alimentamos de...". Aunque eludió con toda elegancia la palabra mierda, quedó suficientemente claro a qué se refería cuando enumeraba las abyecciones, detritos y residuos que purga de continuo la sociedad.

Se refería a las mismas pesadillas cotidianas e indignantes titulares que consume cada día y a cucharadas llenas cualquier hijo de vecino. Cosa que ahora, al reflexionar sobre ello, me produce especial inquietud. Porque resulta que ese libérrimo capitán de una nave espacial llamada relato -"la narrativa es mi nave espacial", me decía no hace mucho- que además está convencido de que "la única manera honesta de escribir es no pagando el impuesto a las exigencias de tu tiempo y tu lugar", lo último que hace al ejercer el oficio es evadirse. Porque resulta que Covadlo alimenta sus disparatadas y divertidísimas ficciones, tan hospitalarias al elemento fantástico como a la anacronía flagrante o el absurdo, con la hedionda materia que le ofrece la realidad. El mismo plato nauseabundo que cabrea cada día al ciudadano de a pie.

Si Covadlo está en lo cierto, como sospecho que lo está, y la tarea del escritor no es otra que la del escarabajo estercolero -devorar su preciada carga para transformarla en literatura-, entonces me pregunto angustiado cuántos desahucios, desempleados, exclusiones sociales, casos Bárcenas, confesiones de Jordi Pujol, tarjetas B de Rato y Blesa por gentileza de Bankia o sentencias del Tribunal Constitucional hacen falta tragar para escribir una página como las suyas.