Luis Rodríguez: «La literatura nace de una herida» 3 de septiembre de 2019 – Publicado en: Entrevista
Entrevista a Luis Rodríguez, autor de ‘8.38’ (Candaya, 2019), en Zenda Libros
Por Daniel Fermín
La primera versión de esta entrevista se iniciaba con una pregunta convencional y se refería al origen de 8.38, la nueva novela de Luis Rodríguez (Cosío, 1958), publicada por Candaya. El autor respondía que hace tiempo que quería escribir un libro sobre los maquis —la guerrilla antifranquista durante la Guerra Civil—, y que cuando se puso a escribir se dio cuenta de que no le salía, que lo intentó una y otra vez, que escribió dos o tres folios y nada. Fue entonces, decía, cuando se le ocurrió escribir una novela sobre la incapacidad de escribir y pensó en un personaje, llamado Luis Rodríguez, que intenta escribir la historia de un Guardia Civil que persigue a dos maquis en el monte.
—No es una cosa de «uy, tengo una crisis, no soy capaz de escribir»—aclaraba Rodríguez, el escritor, y decía que aquello no llegó a ser una tragedia—. Cuando escribo no tengo claro lo que quiero hacer. Empiezo y conforme lo hago encuentro cosas.
Luis Rodríguez habla de prisa. Suelta una ráfaga de frases que alargan cada intervención. Sus respuestas, que suelen ramificarse en anécdotas o ejemplos con los que trata de explicar algo, van acompañadas de una carcajada sonora que hace dudar al receptor si lo que dice —o va a decir— lo dice en serio o en broma.
La respuesta completa a la pregunta inicial tenía 401 palabras y 2190 caracteres con espacio. Si se sumaban otras preguntas y más respuestas sobre el mismo tema el resultado era de 869 palabras y 4685 caracteres con espacio. En ellos, Rodríguez decía, con una pausa para pedir que si se extendía le avisara —“si me enrollo, tú párame, ¿eh? Tú decides, que yo me enrollo”— que en sus novelas siempre aparece algún maqui, que si hubiese insistido un poco más con la idea original quizás hubiese fluido, que su mecánica es la de reescribir capa sobre capa, párrafo sobre párrafo, folio sobre folio, hasta que alguien le dice que pare, le quite la novela de las manos y la publique.
—El asunto es que la literatura está tan viva que ni yo la domino.
—¿Nunca quedas satisfecho con el resultado de lo que escribes?
—Nunca.
—¿No te gustó como quedó 8.38?
—Es que prefiero no mirarlo. Si me gustara sería gilipollas. ¿Tú, por ejemplo, cuando escribes una entrevista no la reescribes constantemente?
La primera versión de esta entrevista, etcétera.
Una versión anterior de 8.38 era una novela en la que de la mitad hacia adelante había dos historias paralelas, una en las páginas pares y otra en las impares. Rodríguez se la envió al escritor Ricardo Menéndez Salmón y éste le dijo que estaba bien pero que no se la iba a publicar ni Dios. La versión final de 8.38, la que publicó Candaya, se divide en tres partes: en la primera, un hombre escribe una novela sobre la incapacidad de escribir; en la segunda, una niña de doce años lee la obra de Luis Rodríguez con una mirada crítica propia de un adulto; en la tercera, un empleado de banca completa lo que podría ser una apócrifa biografía del propio Rodríguez. Todo, en su conjunto, viene a ser una reflexión sobre el proceso creativo a la vez que un artefacto, un divertimento muy serio. Él quiere, dice, que se lea como lo que es: una novela, alguien que cuenta algo.
—¿Qué es lo que te obsesiona sobre la creación literaria?
—¿Tienes la novela a mano?
—Sí.
—Abre la página 90. Lo que dice Don DeLillo. Yo no lo respondería mejor.
Lo que dice Don DeLillo es esto: “Al término de cada frase aguarda una verdad, y el escritor sabe reconocerla cuando por fin la alcanza. En un determinado nivel, esa verdad constituye el ritmo de la frase, su cadencia y su equilibrio, pero a un nivel más profundo representa la integridad del escritor enfrentado al lenguaje. Yo siempre me he visto a mí mismo en las frases. A medida que elaboro una frase, comienzo a reconocerme, palabra por palabra. El lenguaje de mis libros me ha modelado como hombre. Una frase que nos sale bien está dotada de fuerza moral. Revela la voluntad de vivir como escritor. Cuanto más profundamente me sumerjo en el proceso de lograr la perfección de las sílabas y el ritmo de una frase, más aprendo de mí mismo. He trabajado mucho en las frases de este libro, pero no lo bastante, dado que no me veo a mí mismo en su lenguaje”.
La publicación de 8.38 ha supuesto una especie de redescubrimiento de Luis Rodríguez. De él ya se habían dicho unos cuantos elogios. El escritor y periodista Álvaro Colomer escribió en La Vanguardia: “Todo amante de la literatura desea siempre encontrar a su propio ‘autor secreto’, esto es, a un escritor que tenga pocos seguidores aún cuando la calidad de su obra incite a pensar que tendría que ocurrir lo contrario. Pues bien: Luis Rodríguez puede ser ese ‘autor secreto’ que muchos andan buscando”. El narrador Ricardo Menéndez Salmón escribió en el prólogo de la novela Novienvre (2013): “Luis Rodríguez tiene estilo, respira estilo, es estilo”.
—Pareciera que eres un autor de culto.
—Eso de autor de culto es un poco excesivo. Tengo muy claro que muerto de éxito sólo puedo llegar a quinientas o mil personas. Que alguien como tú me diga que le ha gustado mi novela es algo a lo que no me acostumbro. Me cuesta creerlo. Cuando publiqué la primera novela había gente en mi entorno a la que ni le gustaba ni le interesó.
Luis Rodríguez ha publicado, hasta ahora, cinco novelas: La soledad del cometa (2009), novienvre (2013), La herida se mueve (2015), El retablo del no (2017) y 8.38 (2019). En cada una el lector puede encontrar referencias a sus novelas anteriores. Una frase que ya había dicho un personaje en La herida se mueve la repite otro en 8.38; una anécdota, un chiste, un acertijo o un cuento ya contado en una se repite en otra. Rodríguez es de ese tipo de escritores que, parece, siempre escribe el mismo libro.
—Tengo los mismos demonios que cuando comencé. Son vueltas sobre un mismo tema, es la identidad, es no sé qué. Mi mundo es más pequeño de lo que imagino.
—¿Hay alguna de tus novelas que hoy no publicarías?
—Ninguna.
—¿Ninguna?
—No quiero volver a leerlas.